Como siempre, les pido disculpas por las faltas que puedan encontrar porque aún no lo revisan mis betas
- Cuídate mucho, Edward. Me preocupa que estés tan solo en ese pueblo – esa era la consigna que su madre repetía cada vez que llamaba –. Sabes que me muero si algo te pasa – agregó para darle más dramatismo a su pose de madre posesiva.
- Despreocúpate, madre. Sabes que mientras ustedes no lleguen seguiré durmiendo en casa de tío Eleazar – respondió con voz cansina. El timbre de la casa sonó y él cambió su expresión por la de una sonrisa sincera; sabía lo que traía esta nueva carga de la mudanza – Mamá, viene llegando el piano, tengo que cortar – se despidió feliz de la mujer.
Salió de la habitación y bajó corriendo la escalera con una enorme sonrisa de expectación en la boca; sonrisa que desapareció cuando al abrir la puerta se encontró con aquel rostro – aun magullado – y con aquellos ojos café oscuro cubiertos en lágrimas, arrepentidos y anhelantes.
- Bella – susurró su nombre silenciosamente y la observó sin saber qué esperar.
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