"Edward la abrazo por la cintura y pegó su cuerpo al suyo. En ese momento ya no había tanta inocencia en sus actos, pues transmitía tanto deseo como ella de sentirle cerca y las sensaciones les recordaban lo adolescentes que eran aún.
La música del lugar era bastante pegajosa y llamaba a moverse rápido, pero ellos seguían en su mundo de corazones flotantes y elefantes rosados, tan cerca del otro como era posible.
Él acarició su espalda con una mano, la otra se enredaba sus cabellos. Ella no quiso ser menos y se dio la libertad de acariciar esas hebras cobrizas con las que tanto había soñado, notando que eran más suaves de lo que había imaginado.
Nada podía ser más perfecto que el estar abrazando a Edward. Podía sentir su respiración en la piel de su mejilla, y sus pulmones estaban impregnados con esa esencia tan particular entre menta, chocolate y almendra que tenía la piel de él"
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